Mi segundo legrado. 

Cuando oyes hablar de abortos y a ti no te ha pasado te parecen experiencias muy lejanas, raras… Y de repente te estampas con la realidad y empiezan a aparecer casos de abortos, algunos bastante cercanos. No entiendo cómo hoy en día sigue siendo un tema tan tabú. Parece que la sociedad te exija seguir adelante como si no hubiera pasado nada. ¡¡Pero no señores!! Quiero llorar y necesito llorar. Necesito seguir mi duelo.

Ya expliqué el aborto de mis mellizas, entrada que ni he querido volver a leer por no recordar. Sin embargo, la vida me preparaba otro duro golpe que me haría volver a los mismos escenarios tan sólo 8 días después de mi alta.

Los días posteriores a mi aborto fueron horribles. Me encontraba débil debido a la anemia y el cocktail hormonal. Además estaba siendo muy cruel, sobretodo con mi marido… Y a pesar de ello él me contestaba con cariño: «Se que estás mal y me da igual lo que me digas, te quiero». Lucero que ya dormía en su habitación, no quería separarse de mi y había vuelto a hacer colecho con nosotros. Yo me sentía mal porque no podía seguir su ritmo pero lo intentaba. 

Cuando parecía que dejaba de sangrar, volvía a hacerlo de golpe. No sabía si eso era normal, y no quería ni preguntar. Sin embargo ese día me encontraba más cansada de lo habitual y sólo quería cama. Estaba sola con el niño, mi marido estaba trabajando lejos de la ciudad y llamé a una amiga pidiendo ayuda. Enseguida se presentó en mi casa y dijo que nos íbamos a urgencias. Yo no quería volver a revivir la experiencia y renegaba. Llamé a la señora de confianza que nos cuida a Lucero cuando está enfermo y nos fuimos al hospital. Pensé que sería ir y volver, pero no iba a salir hasta 4 días después.

Lloré nada más entrar, me encontraba en el escenario de mi pesadilla. Me atendió precisamente mi ginecólogo de la mutua que estaba de guardia y todavía no se había enterado de mi historia. Ese hombre que relacionaba con noticias buenas y acudía con ilusión a sus citas. Me desplomé de nuevo. Sabían ya por los cultivos, cuál había sido mi asesino: «Haemophilus Influenzae». Una bacteria que muy rara vez causa infecciones en gestaciones. Con una incidencia de 0,5 entre 100.000 mujeres. Pero yo… «Había tenido mala suerte». Se hospedó en una placenta y provocó el aborto de ambas. Además fue totalmente asintomática antes del episodio.

Me hicieron una ecografía, lloré al ver la pantalla vacía y no paraban de repetir «Ahí está». Quedaba todavía un resto en mi útero de placenta que mi cuerpo intentaba expulsar y no podía.  Se supone que no lo vieron en la anterior legrado porque se preocuparon más en controlar mi sangrado y después pensaron que eran coágulos. Me dijeron que tenían que ponerme tandadas de antibióticos y necesitaba un segundo legrado. Tenía infección.

Me reí en plan psicópata. Sola con varios profesionales. No podía estar pasándome a mi, qué broma de tan mal gusto me estaba gastando la vida. Cuando era tan feliz. 

Mi marido acudió en cuanto pudo. Pero le pedí que volviera con nuestro hijo, él nos necesitaba y al menos que lo tuviera a él para fingir un poco de normalidad. Mis padres ya estaban viajando a mi ciudad para estar conmigo.

Al día siguiente me subieron a quirófano. Esta vez estaba más consciente, la anterior los recuerdos los tenía más borrosos supongo que por la pérdida tan reciente. Tenía mucho frío y sobretodo miedo de que fuera mal y no ver a mi hijo, del que ni me había despedido. Me ataron con los brazos en cruz, me pusieron una mascarilla… 

Cuando desperté lo primero que miré es si tenía alguna sonda entre mis piernas. Sólo tenía una vía nueva en la otra mano. Me fijé a mi alrededor, estaba en la misma sala de reanimación donde iban los bebés recién nacidos con sus padres. Escuchaba llorar un bebé de fondo, pero esta vez no estaba «sola» en mi dolor. A ambos lados tenía unas mujeres todavía más desorientadas que yo, estaban tristes, ellas tampoco estaban por un buen motivo en reanimación.

En cuanto me vieron que me movía se acercó una ginecóloga. Me dijeron que habían tenido una complicación (¿¿¿Otra vez???) y que había perdido de nuevo mucha sangre, aunque esta vez me habían podido controlar. Cómo no era normal que siguiera sangrando habían decidido hacerme una histeroscopia para hacerme un diagnóstico diferencial por si tenía algún mioma. Pero se encontraron que tenía como un granulado de restos, así que me tuvieron que legrar de nuevo todo el útero. Por suerte no había miomas y de paso habían comprobado que mis trompas no habían quedado ocluidas.

Dos días después volví a casa con la condición de que me trataran como una princesa. Tengo anemia grave, sigo con antibióticos durante una semana y hierro por tres meses. Sigo sangrando, pero muy poco y me han explicado que es probable que se me pueda juntar con la regla porque mi cuerpo cuenta el aborto como el principio del ciclo, no el segundo legrado.

Y lo paradójico es que a pesar de lo mal que lo he pasado, deseo con todas mis fuerzas volver a intentarlo, volver a ser madre. Quiero ver que me viene la regla, que mi cuerpo vuelve a la normalidad, que no tendré secuelas. Sin embargo los ginecologos me han dicho que mi útero no debería pasar por un nuevo embarazo hasta pasado medio año. Me parece una eternidad. Iba a tener mi familia numerosa en febrero. ¿Me costará quedarme embarazada? ¿Mi útero tendrá problemas? 

Ahora voy a intentar disfrutar de los intensos dos años de mi hijo. El dolor es el mismo, tengo que fingir sonrisas pero él es mi motor, el único que evita que me hunda. 

Hasta siempre mis niñas

Con el título ya os podéis imaginar… He vivido la peor experiencia de mi vida. 

Nada me hacía imaginar que al día siguiente de explicar que todo iba perfecto iba a experimentar el dolor más intenso. Tengo el corazón y el alma partida. Me siento vacía.

Os iba explicar que venían dos niñas, os iba a explicar cómo daríamos la noticia del sexo, os iba a explicar cómo iban a ser nuestras vacaciones por los fiordos Noruegos, os iba a explicar mis primeras mariposas en el estómago, os iba a explicar muchas cosas, pero ninguna ha podido realizarse.

El día 25 de agosto a las 22:00 y 22:30 horas parí a mis mellizas de 15 semanas de gestación.

Todo comenzó por la mañana al despertarme. Tuve un manchado mucoso marrón. No le di mucha importancia pero nos fuimos a urgencias a primera hora para quedarnos tranquilos ya que al día siguiente teníamos que coger un avión.

En urgencias me empezó a molestar la tripa, pensé que serían nervios pero iba en aumento. Cuando me miraron me dijeron que todo estaba perfecto, que sería una vieja herida que no me preocupara. Me enseñaron a mis niñas por el ecógrafo y no paraban quietas. Yo comenté que me dolía la tripa pero me dijeron que sería distensión de ligamentos. Sin embargo al salir… Me medio desmayé y me empecé a retorcer de dolor. Era como si me estuvieran acuchillando la tripa.

Enseguida me metieron en un box, me midieron la tensión y la tenía por los suelos. Me pusieron una vía con analgésico y me sacaron sangre. Ahí seguía retorciéndose de dolor mientras escuchaba los monitores de los boxs de la sala. Lloraba y lloraba, me imaginaba ya lo peor.

A la hora, el analgésico empezó a hacer efecto y nos empezamos a imaginar que igual era una infección de orina muy «heavy». Como tenía ganas de orinar, me fui al baño y… Se me cayó el mundo. Tenía las bragas llenas de sangre, sangre roja. Abrí la puerta del baño delante de todas las enfermeras y grité: «Estoy sangrado!!». 

Enseguida se me llevaron los ginecólogos y comprobaron que la sangre provenía del útero. Además me hicieron un tacto muy doloroso y me dijeron que había empezado a dilatar. Grité y grité que lo pararan, pero me dijeron que si sangraba, no podían hacer nada. 

Las analíticas salieron disparadas, como si hubiera alguna infección. Llegaron a pensar que era un ataque de apendicitis porque me dolía sobretodo el costado derecho, pero los cirujanos por ecógrafo lo descartaron. 

De repente empecé a notar un dolor diferente, unas oleadas de dolor… Sabía lo que era ya las pasé con mi hijo. Contracciones.

Después me subió la fiebre, vomité y no paraba de  llorar sin descanso. Me dijeron que tenía que parirlas. Yo grité que dolor para dar vida sí, pero para que nacieran muertas me negaba. Sin embargo, mis súplicas fueron en vano, como mucho podían darme analgésicos pero necesitaban que tuviera contracciones para expulsarlas, eran ya bastante grandes y así mi cuerpo tendría menos complicaciones. 

Rogué también que apagaran los monitores de la sala, no soportaba escuchar los corazones de los demás bebés. Me cambiaron a otra sala un poco más apartada. Las contracciones eran cada vez más seguidas, explotó como un globo y empecé a mojar toda la cama. Lloré con más intensidad aún, hasta ese momento no se porqué aún tenía la mínima esperanza. Empecé a sentir ganas de empujar, avisé y sacaron rápidamente a mi marido completamente destrozado de la habitación. Salió mi primera niña y se la llevaron rápidamente sin poder ver nada. Me dejaron sola, me sentía como fuera de mi cuerpo, estaba en trance, callada, tranquila. 

De repente quise empujar de nuevo y salió mi segunda pequeña. Instintivamente eché la mano y la recogí. Se movía, dejó a los segundos de hacerlo en mi mano. Le susurré que mamá le quería mucho, que lo sentía. 

Al momento entró una comadrona alterada y me dijo que no la tocara y la retiró. Me metieron la mano dentro, le pedí que no me tocara, y le retiré el brazo con todas mis fuerzas a la ginecóloga. Querían acelerar y sacar las placentas. Con varios pujos poco tiempo después salieron las placentas aparentemente íntegras. 

Más tarde nos preguntaron si queríamos verlas, yo quería y mi marido también. Nos las presentaron una enfrente de otra, muy limpias. Mi marido nada más verlas se vino abajo. Yo seguía en trance, me detuve a mirarlas detenidamente, cada detalle, les llame por el nombre que dos días antes habíamos decidido, necesitaba aceptar que ya no estaban dentro de mi. Eran muy diferentes y una tenía los morritos de nuestro Lucero. 

De repente caí en mi marido y le abracé para intentar consolarle. Él, había sufrido tanto como yo, aunque de manera diferente.

Sin embargo, a la pesadilla le quedaba todavía mucha historia. Al día siguiente por la tarde, al hacerme una ecografía dijeron que necesitaban hacerme un legrado. 

Me sedaron y cuando desperté estaba llena de cables, controlaban mi corazón, tenía otra vía en la otra mano con una bolsa de sangre y había un tubo que acababa en una bolsa llena de sangre que salía de mi vagina. 

Me dijeron que durante el legrado mi útero no había vuelto a su sitio y había perdido mucha sangre, tanta que mi cuerpo estuvo al límite. Me hicieron dos transfusiones de sangre. Me habían puesto «un globo» en el útero para bloquear la salida de sangre.

No obstante, lo peor que me hizo sentir es estar en la misma sala de reanimación que las recién paridas. Los bebés lloraban, sus padres les decían cosas bonitas, las comadronas se los ponían por primera vez al pecho. Yo estaba hecha una bola en un lado de la camilla, una mamá debió pensar que estaba acurrucando a mi bebé y cuando pasó por delante de mi me felicitó.

La entiendo, nosotros hace dos años estabamos felices en esa misma sala con nuestro recién nacido. Nada me hacía pensar que la sala de reanimación de ginecología era compartida para situaciones tan extremas. Mi marido me dijo que sentía ganas de coger un bebé y salir corriendo… En eso mismo pensaba yo.  A pesar de lo débil que estaba, mi cuerpo me pedía a gritos mi bebé. Estuvimos horas ahí. Sufriendo. Impotentes.

Al día siguiente en la habitación me dijeron que tenían que llevarme de nuevo a reanimación para desinflarme la sonda poco a poco y comprobar que mi útero había dejado de sangrar. Grité y supliqué que no me volvieran a llevar allí… La ginecóloga me dijo que no tenía por qué ponerme así, que en la calle también vería bebés. La odié, la odié a muerte. 

Una vez en la sala mi útero respondió bien, pero mi alma se partía con cada lloro que escuchaba de bebé. En cuanto pudieron me devolvieron a la habitación. Estuve ingresada tres días más por anemia grave y me metieron por vena de todo.  

Por las noches me daban diazepan porque no conseguía dormir. Revivia momentos del embarazo, buenos y malos.

Ahora estoy débil, no puedo andar mucho o me canso y me mareo. No olvido ni olvidaré nunca. Siento que tengo tres hijos pero dos de ellos son estrellas en el cielo. Mi motor es mi hijo. Me echaba mucho de menos, nunca nos habíamos separado tanto tiempo. Él nota que mamá está malita y con lo brutote que es él me trata con más cariño y delicadeza. No se qué haría sin él. Admiro a las mujeres que consiguen salir adelante sin tener antes un pequeño, yo siento que no podría. 

Sigo buscando respuestas, culpables… ¿Hice algo mal? No saben que ocurrió y me dicen que probablemente me quede sin saberlo. Aparentemente estaba todo bien.

Ahora tengo que vivir con mi duelo. El tiempo lo apaciguará. 

Ecografía 12 semanas en embarazo gemelar.

Se puede decir que hemos superado la etapa con más riesgo de aborto. Mis mellizos se han agarrado fuerte y están creciendo a la par, lo cual es muy buena señal porque sólo hay un 1mm de diferencia entre ellos. 

Sin embargo… Todavía me cuesta creer que tengo dos vidas dentro de mi! Además no estoy prestando casi atención al embarazo porque ando detrás de un preadolescente de casi 2 años.  

La ecografía de las 12 semanas fué igual que lo que escribí en mi anterior embarazo. Con la diferencia de que había dos estudiantes y aprovecharon a dar clase intensiva (Y yo encantada). Mis mellizos están genial.  Al final de la visita me derivaron a embarazo de riesgo, simplemente porque es gemelar. Ahora me visitará el ginecólogo y me harán ecografías cada mes, en lugar de sólo las tres que hacen por el embarazo normal. 

Además esta vez tengo mutua, así que me están mirando por ambos sitios a la vez. Pero en la mutua sólo me repetiré las ecografías principales, si no me parecen demasiadas ecografías. 

Lo que más estoy escuchando en las revisiones es «Embarazo bicorial biamniótico». Es decir, dos placentas y dos sacos amnióticos. Entre los embarazos gemelares son los de menos riesgo.

Y aquí os dejo una foto de mis mellizos en ecografía 2d. Las ecografías normales no hay manera de distinguir nada! 

Ya se que me direis… Ese es un chico!!! Pero lo que se ve entre las piernas de uno es el «tubérculo genital». Todavía no está definido y «eso» puede convertirse en un clítoris o un pene. En mi caso ningún ginecólogo ha querido mojarse todavía con el sexo… Aunque tenemos convencida a la mitad de la gente de que tras ver la foto aseguran que es un niño.
¿A alguien le han predecido el sexo con estas semanas? 

¿A por el hermanito?

Y de repente entran unas ganas terribles de aumentar la familia… Lo hablo con mi marido y también está deacuerdo. 

Ambos nos llevamos con nuestros respectivos hermanos muchos años, nos gustaba la idea de que Lucero se llevara poco con el suyo.  Sabemos que va a ser una locura porque nuestro peque es muy muy intenso pero total… Ya no sabemos lo que es dormir y sus rabietas son de campeonato,  no puede ser mucho peor…

Así que decidimos empezar a buscar con tranquilidad,  sin agobios y… damos de pleno en el primer ciclo. 

Como tenía «palitos» de la última vez y me podía la curiosidad me hice un test a tres días antes de que tuviera que venir la regla ¡¡Y sorprendentemente ya se veía perfectamente una sombra!!

Ilusión mucha Ilusión.  Aunque mezclada con una pizca de miedo.  Álex se llevaría 2 años y medio con su hermano, me hubiera gustado un poco más. ¿Cómo reaccionará?

A las cinco semamas acudimos al ginecólogo para ver si todo está en su sitio con la idea de comunicarlo pronto en mi trabajo ya que tengo riesgo químico y biológico. Sabíamos que no se verían aún los embriones pero esta vez lo comunicariamos antes en lugar de intentar ser más prudentes. Lo que tenga que pasar pasará. 

Y nada más introducir el ecógrafo se ven dos sacos. «¡¡¡¡HAY DOS!!!!»

El remirar el ginecólogo, nos dice que se ve claramente que he ovulado a la vez del ovario izquierdo y derecho. Son mellizos.

Me puse a llorar. Sentí que me faltaba el aire, me ahogaba. Tenía mucho miedo. No se me había pasado por la cabeza esa situación. Soy muy de planear y descuadraba todos mis esquemas. ¿Familia numerosa? ¿Serán prematuros? ¿Cómo me organizaré si con uno me falta tiempo? ¿Cómo meto 3 sillas en un seat leon? Y así está mi cabeza sin parar de pensar desde la noticia.

El ginecólogo siendo prudente, nos dijo que era muy pronto que a veces se pierde uno, pero que en principio todo se veía bien. Han pasado 2 semanas desde la noticia y aún no me hago a la idea. Estoy deseando ver cómo va todo por ahí dentro en la próxima ecografía. Por lo pronto no paro de buscar experiencias de mamas 3×2 por internet.  

¿Alguien con un caso similar? ¿Algún consejo para una futura posible trimadre?